Al tratarse de una sustancia producida naturalmente por nuestro cuerpo, el ácido hialurónico es un producto totalmente natural por lo que el riesgo de alergias se minimiza y rara vez se producen reacciones de rechazos. Dada su función, esta sustancia se utiliza como relleno en la cara, ya que una vez inyectado, atenúa los surcos y arrugas más notorios de nuestro rostro y también devuelve al volumen natural y juvenil a ciertas áreas que con el tiempo se van atrofiando.
Si bien, sus usos son muchos otros, las distintas moléculas pueden, además de rellenar, hidratar en profundidad ralentizando el proceso de envejecimiento y haciendo que nuestra piel afronte mucho mejor el paso del tiempo. También aporta volumen en zonas concretas (pómulos, labios…) Y todo ello, con la ventaja de que se trata de una sustancia reabsorbible, es decir, no permanente.
Lo primero que debemos tener en cuenta cuando nos realizamos un tratamiento con ácido hialurónico es asegurarnos de a que acudimos a un sitio con todas las garantías sanitarias y con personal médico perfectamente preparado. Es importante conocer quién puede y quién no infiltrar este tipo de sustancias. Sospecha de centros no sanitarios (peluquerías, centros estéticos que no cuenten con médico, etc.) Un buen profesional te asesorará no sólo de cuándo es necesario recurrir a infiltraciones y rellenos, sino también de cuándo NO es necesario.
Se trata de vernos mejor, no diferentes, por eso una buena valoración médica previa al tratamiento es indispensable.
Dónde sí y dónde no
El ácido hialurónico no puede ponerse en cualquier sitio. Están absolutamente contraindicado en, zonas inflamadas, infectadas, zonas recién implantadas o párpados por ejemplo.
Después del tratamiento se recomienda evitar exponerse el sol de manera directa, tratamientos con láser, peelings, sauna, rayos ultravioleta, frío intenso, etc.
Es importante que si tomas medicación anticoagulante, como el ácido acetilsalicílico, lo comuniques a tu médico para suspender el tratamiento durante unos días.
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